Nuevamente viernes, 3.40 PM.
Por fin estoy terminando unos trabajos que tengo que entregar para la universidad (¿por qué será que estuve dos meses sin hacer nada y sólo la última semana me puse como loca para poder terminar a tiempo? Definitivamente sólo trabajo bajo presión). Para no distraerme prácticamente no me conecté al chat en toda la semana. En uno de esos instantes de conexión, anteayer antes de irme, P. empezó a hablarme. Bien! Por fin cayó solito. Me preguntó varias cosas sobre mí, lo que me sorprendió un poco porque por lo general me pasa que soy yo la que tengo que preguntar y termino sabiendo vida y obra del otro y al revés nada. En fin, me acabo de conectar nuevamente, por si se le ocurre invitarme a hacer algo el fin de semana. Ya me puse nerviosa y se me cerró el estómago. Estoy grande para los nervios pero no puedo evitarlo.
Reflexión pre-fin de semana: nos conocimos un sábado. Me agregó al chat recién el lunes a la noche. Yo le hablé el miércoles. El me volvió a hablar el miércoles siguiente. Digo yo: ¿la vida no sería más agradable si cada uno hiciera las cosas cuando tiene ganas de hacerlas, y no dilatar todo porque la "norma" dice que hay que hacerse desear, que no hay que mostrarse interesado, blablabla?
Me voy a seguir estudiando.
Y a seguir esperando que P. me vuelva a hablar.
Si, ya sé que no hay que esperar, las cosas se dan o no se dan, pero a la espera tampoco puedo evitarla.
1 comentario:
Este ejercicio de deshagogarte aquí es muy bueno... a mi me cuesta esperar, soy tal vez la persona más ansiosa del mundo, y eso a veces me juega en contra. Esperar, a veces suele ser eterno, pero es bueno tener paciencia también.
¡Saludos!
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