jueves, 27 de agosto de 2009

30

-Hoy cumplo años.

-Todos los 27 de agosto me siento un tanto incómoda porque no me gusta ser el centro de atención. Y además tengo que hablar con parientes que no veo nunca.

-Miro para atrás y me parece que desperdicié mis mejores años. No hice nada importante, trascendental, relevante o interesante.

-Y, ya lo dije, todavía me creo que tengo 18, ¿cuándo voy a madurar?

-Los dos años precedentes me quise hacer la popular y fiestera y organicé sendos eventos, el segundo mucho menos exitoso que el anterior. Este año, fiel a mi personalidad virginiana, no pienso hacer nada.

lunes, 24 de agosto de 2009

¿Se puede ser más estúpida?

Me invitaron a pasar un fin de semana en Buenos Aires y todavía no me decido a aceptar porque viajar en avión me produce algo muy parecido a un ataque de pánico.

viernes, 21 de agosto de 2009

Tengo un problema

Siempre fui una alumna aplicada. En todas las actividades educativas de mi vida fui (o al menos intenté ser) la mejor alumna. No sólo por sacarme buenas notas, sino también por prestar atención en clase, hacer todas las tareas, ser prolija y ordenada, etc.

Hace un año y medio tengo un trabajo que me deja bastante tiempo libre, y a varias personas (entre ellas, yo) se les ocurrió que sería una buena idea que aprovechara ese tiempo para estudiar algo. Las horas se me pasarían más rápido y al final del cursado tendría otro título que complementaría al anterior, y que me ayudaría a escalar de "mono que sirve café" a "persona que puede pensar".

Así fue como a los 28 años me encontré nuevamente en el rol de alumnita aplicada. Me duró poco. Tarde me di cuenta de que llega un momento en la vida en el que hay que dejar de estudiar (y más sabiendo que los estudios anteriores no me sirvieron de mucho). Lo que al principio parecía simple, se me complicó con "Finanzas" y otras tres materias que son un pain in the ass y que debo rendir, por lo menos para justificar el dinero invertido (pienso que lo que pagué ese curso choto es la mitad de lo que cuesta una notebook y me quiero ahorcar con el espiral de los apuntes).

El problema es el siguiente: no puedo concentrarme para estudiar o hacer los trabajos prácticos. La fecha de entrega está cada vez más cerca, y las materias no son de esas que tres días antes me siento y sanateo cualquier cosa. Tengo que de verdad estudiar, analizar, resolver problemas. Y las quiero rendir. Y ya dejé pasar las otras fechas de entrega, así que estoy al límite.

Y replanteo el problema: no quiero concentrarme para estudiar. Busco cualquier cosa para hacer antes que abrir el odioso PDF que contiene palabras como "activo", "intereses" o "liquidez". Además de las ineludibles tareas laborales, prefiero ocupar el tiempo que debería ser de estudio en actividades tan inútiles y ridículas como leer el diario, buscar maneras de ver Facebook aunque esté bloqueado, leer una novela de John Grisham, aprender partituras de madrigales ingleses, leer reviews de episodios de distintas series, hacer listas de compras, leer y comentar decenas de blogs ajenos, escribir decenas de pavadas para el blog propio, y cualquier cosa que empiece con "leer". ¡Y gracias al cielo que me bloquearon YouTube (y que todavía no descubrí cómo desbloquearlo)!

Los fines de semana la situación no es mucho más alentadora. Si bien la presencia de intenet no es tan fuerte (de 9 horas por día se reduce a 2), siempre encuentro algo para ver en televisión, y si los hados estuvieron de mi lado y voy a salir, la mitad del día me la paso arreglándome, y la mitad del día siguiente descansando de la salida. Y los libros siguen juntando pelusa.

Hoy, como cada viernes, digo que el lunes empiezo. Nunca aclaré qué lunes. Capaz que para el 9 de noviembre si tengo suerte ya leí y vi todo lo que me interesa y estudiar sea una buena idea para pasar el tiempo.


jueves, 13 de agosto de 2009

Pregunta

¿Llorar desesperadamente con una película que trata sobre madres, embarazos y bebés será señal de que, finalmente, y como me han vaticinado, me está llegando el momento ese en que la cabeza hace "clic" y voy a querer tener un hijo?

Espero que no.

Y encima a mi mamá se le ocurrió decir que tiene ganas de un nieto.

viernes, 7 de agosto de 2009

Día del niño

En esta oportunidad, y aprovechando la festividad (¿?) que se avecina, quiero compartir con ustedes algunos recuerdos de la niña que una vez fui.

Advertencia: si usted, lector, tiene menos de 25 años, probablemente no entienda una goma de lo que estoy hablando.

Ahora sí, sintonicemos Retro y disfrutemos del episodio de hoy, "Los juguetes que nunca tuve":

Barbie

El cargo de conciencia que le generó a mi mamá el no habérmela comprado persiste hasta el día de hoy. Me acuerdo de su respuesta cuando se la pedí: "No, cómo te voy a comprar esa muñeca tetuda" (sic). La Navidad siguiente le regalaron a mi hermana una Barbie Cristal. Cuando fui a preguntar por qué a ella sí y a mí no, mi mamá no recordaba el argumento antes mencionado. Prometieron regalarme una Barbie para el día del niño, pero para ese entonces quería una flauta dulce (en realidad, quería las dos cosas). Finalmente salí ganando, porque tuve mi flauta y una Marcela en lugar de la Barbie, indicio de que mi incipiente nerditud musical era más importante que tener una muñeca de marca.

Papeles de carta


No sé para qué servían, para mandar cartas seguro que no. Pero a la salida del colegio todas las chicas desplegaban esas hermosas hojas dentro de las prolijas carpetitas y a mí se me hacía agua la boca. En tercer grado le robé dos de estas hojas a mi compañera de banco, pero al día siguiente se las tuve que devolver (en realidad, las tiré al piso y le dije "se te cayó algo") porque mi mamá me dijo "bueno, mañana le voy a preguntar a Laura si es verdad que te las regaló". Nunca más robé. Tiempo después se me ocurrió "diseñar" papeles y sobres. Pero obviamente los mamarrachos daban vergüenza y no las podía mostrar en público, así que los usaba para jugar sola en casa.

Pin y Pon



De todas las versiones que había de estos a la sazón populares muñequitos (la casa, la carroza, el circo, el parque de diversiones), la más chota, y por ende, más barata, era el camping. Adivinen cuál me regalaron a mí. Pero por lo menos eran los originales.


Álbum de figuritas

La movida marketinera de la época (1989 circa) era repartir álbumes a la entrada de los colegios, para que después los chicos tuvieran que comprar las figuritas. Como yo llegaba tarde todos los días, nunca me pude hacer acreedora de tales regalos (si no hubiera sido por los de Ositos Cariñosos y de Frutillitas que me compraron mis padres, no sabría lo que es un álbum). El que más recuerdo es el de Clave de Sol; yo me conformaba con las figuritas repetidas 150 veces que mis compañeras me regalaban en lugar de tirar a la basura. Yo no sé para qué las quería si no tenía el album.


Cartuchera con combinación


Fanática de escribir, de los papeles y los lápices, lógicamente también era fanática de las cartucheras. Una de las que más me gustaba era la cartuchera con imán y combinación, una especie de caja fuerte en miniatura. Éstas eran tan codiciadas que no me las prestaban ni para mirar, así que exactamente nunca pude saber cómo funcionaban. Mi sucedánea era muy fea, turquesa con el dibujo de una rana, y tan chica que no me entraban todos los lápices. De la combinación ni noticias. Pero la debo haber querido mucho, porque -20 años después- puedo recordar exactamente la textura del plástico, la disposición de los compartimentos, y el sonido del imán al cerrarse.


Aclaración: a) debo haber sido la hija ideal, porque nunca pedía nada a menos que me preguntaran, no era de esos chicos que ven algo en televisión o en una vidriera y empiezan "quiero, quiero, comprame, comprame!"; b) los hechos relatados ocurrieron en plena hiperinflación, mis padres hacían lo que podían.