sábado, 30 de abril de 2011

Mi primer trabajo

Hace un par de semanas alguien vino a mi casa para preguntar si yo todavía doy clases de inglés. Podría hacerlo porque tengo tiempo libre pero es algo que me desagrada tanto que lo reservo para cuando no tenga otra opción.

A principios de 1997 yo tenía 17 años y estaba en el último del secundario. Mi amiga Eve había empezado ese verano a dar apoyo escolar de inglés en su casa y se me ocurrió hacer lo mismo. Mejor dicho, quien me sugirió que lo hiciera fue mi mamá, que hasta diseñó unos cartelitos que pegó en algunos negocios del barrio y que por $ 5 publicaron en la revista de la iglesia.

La hora de clase también la cobraba $ 5. No era mucho pero en esa época me alcanzaba. De más está decir que no tenía idea de cómo era dar una clase, ni siquiera me gustaba explicarle algo a mis compañeras o a mi hermana, no tenía paciencia y si a la primera vez no me entendían me quería arrancar los pelos. Pero las mamás del barrio que vieron el cartel no sabían nada de eso y al poco tiempo llegó mi primera alumna.

Johana estaba en tercer grado. Colores, animales, números. Más o menos le explicaba lo que le habían enseñado en clase y después le hacía repetir diez renglones de cada palabra nueva, cual pizarrón de Bart Simpson. Un día se largó a llorar sin motivo. Llamé a la casa para avisar pero la madre me dijo que era porque estaba celosa del hermanito que había nacido hacía poco, que no me preocupara, mi método de enseñanza no tenía nada que ver con el llanto.
Los alumnos seguían llegando y con todos el método era más o menos el mismo: escribir diez renglones de cada cosa mientras yo estudiaba Historia o Geografía. Pero a pesar de lo fácil que era "dar la clase", cada vez que tenía que venir alguno yo rezaba porque faltara. No sé por qué me disgustaba tanto.

Debo haber tenido 20 alumnos en los 2 ó 3 años que duró mi "carrera docente" y me pasó de todo: el que comía chizitos; el que apretaba el lápiz tan fuerte que dejó la mesa rayada; la que me hizo que le enseñara todos los animales del zoológico; la que pretendía que le hiciera la tarea; el que me preguntó qué significaba "Linkin Park" y yo no supe qué responder; la que se llamaba Tracy; la que llegó preguntando "¿acá es la academia de inglés?", y otras cosas divertidas que no me acuerdo.

Pero el más raro fue El Policía. Si yo tenía 17 años él debia tener unos 21. Tenía que prepararse para ingresar a la policía federal y como era más avanzado que los alumnos de primario o secundario y además incluía oral, le iba a cobrar directamente $ 50 el mes (en esa época me parecía una fortuna). Me pagó adelantado pero de las 8 clases habrá ido a 3. El alumno ideal.

Una noche, tipo 20,30, yo estaba sola en mi casa y El Policía me toca el timbre. Lo hago pasar y me explica que no sé por qué asunto había faltado a tantas clases. Me pagó otros $ 50 por el mes que iba a empezar y nunca más volvió, ni siquiera para decirme por qué no iba o para reclamar el dinero. Ahora que lo pienso, capaz que se murió, vaya uno a saber. Lo que me causa gracia es que cuando le conté a mi mamá, me dijo "no lo habrás hecho pasar, que estabas sola, no?". Por supuesto que le dije que no. Qué inconsciente que era, no sabía nada del tipo, tranquilamente me podría haber violado en mi propia casa.

Toda esta historieta viene a cuento porque hoy es el día del trabajador. Es lo peor que caiga domingo pero nos queda como consuelo que el año que viene tendremos fin de semana largo.

¡Que pasen un lindo día!

miércoles, 27 de abril de 2011

Propinas

Cuando estudiaba tenía una materia que se llamaba "Marketing de Servicios Profesionales", de la cual una de las pocas cosas que recuerdo es que, por ejemplo, un restaurant nos cobra $8 una coquita y $40 un bife porque no sólo nos está cobrando la comida, sino también la ubicación en una mesa, el uso de los cubiertos, el alquiler del local y la atención del personal.

La atención del personal. Y acá es donde lo de la propina no me cierra. ¿Por qué le voy a dar dinero extra a alguien que está haciendo su trabajo? A mi nadie me da propina cada vez que atiendo el teléfono o que hago un Powerpoint. Si en el sobreprecio que pago por los alimentos está incluida la parte que va para el sueldo del personal, ¿qué sentido tiene darle propina al mozo? Las veces que (me) hice esta pregunta, me han contestado "lo que pasa es que los sueldos son bajos, por eso el mozo completa con las propinas". ¿Qué culpa tengo yo que los explotadores dueños de bares y restaurantes les paguen una miseria a sus empleados? ¡Que se vayan a quejar al sindicato!

Lo confieso: soy una persona horrible, pero si estoy sola, generalmente no dejo propina, y menos si me atendieron mal.

miércoles, 6 de abril de 2011

Tweet me

Me resistí lo más que pude pero sentí que me perdía de algo si no estaba ahí, así que finalmente habilité mi cuenta de Twitter.

No me interesa escribirle a los famosos de medio pelo ni reclamarle nada a los políticos, pero es una buena fuente para obtener información sobre oportunidades laborales, concursos, talleres, charlas, conciertos. Por mi parte, escribo pensamientos que son demasiado cortos como para convertirse en post y que tampoco son tan personales, ya que la idea es que hasta mis conocidos puedan leerme. Cada tanto, también, hago recomendaciones de música, libros o cualquier otra cosa que me parezca interesante.

Si alguno de ustedes está en Twitter, pueden (si quieren) seguirme haciendo clic aquí. Sigo a algunos de los comentaristas del blog pero seguramente no saben que soy yo porque estoy con mi nombre. Sólo les pido que no me desenmascaren!

Otra cosa más en la cual perder el tiempo. Presiento que algún día me voy a hartar de todo, voy a mandar a la mierda el blog, Facebook, Twitter, Gmail, Flickr, foros y me voy a dedicar a... no sé, no se me ocurre nada en lo que pueda prescindir completamente de Internet.

sábado, 2 de abril de 2011

Facebookeces VI

Como cierre de esta colección les traigo el que se lleva el premio a la idiotez más grande que he visto dando vueltas por ahí:
(Por si no se ve bien, la mina le hizo una cuenta de Facebook a su perra).

En este caso la autora de la estupidez es la cumpleañera de aquella "fiesta" aburridísima de hace un par de semanas, la misma que cada vez que me cruza mira para otro lado para no saludarme (lo cual no creo que se deba a que me fui temprano de su cumpleaños ya que tampoco me quería saludar antes de eso; aun así, no sólo me invitó sino que yo fui. En fin, me fui por las ramas).

Decía que es el "cierre de la colección" porque no me alcanzaría el tiempo para recolectar todas las pavadas que pululan en la red, y además estoy borrando de mis amigos a mucha gente por lo que espero que las atrocidades que tengo que leer se reduzcan bastante.