jueves, 27 de junio de 2013

Hice una prueba

Hace unos meses empecé a cantar en un coro distinto al que iba antes. Una de las minas más "antiguas" y "populares" me cayó mal desde el principio. Tiene una mirada que no me gusta; su manera de hablar, los comentarios que hace, me dan la impresión de que es una mala persona. Nunca cruzamos más de dos palabras, pero sentía que el "odio" (por falta de una palabra mejor) era mutuo. Como que hay una cuestión de piel que no me permite comunicarme con esa persona.

Estoy en un periodo medio depresivo y para tratar de salir pienso y analizo lo que me pasa, y también leo cosas que me puedan ayudar. Empecé a ver qué cosas me están haciendo mal, y la cara de esta mina se me vino a la mente. Estar cerca de ella me pone mal, no estoy cómoda, y me di cuenta de que tengo que solucionarlo porque, en primer lugar no me hizo nada malo, y en segundo lugar, voy a tener que seguir compartiendo momentos con ella. Entonces se me ocurrió probar algo: hacer de cuenta de que no me pasa nada negativo con ella. ¿Qué tal si la "mirada" que no me gusta de ella es sólo la forma de sus ojos y nada más? Después de todo, mucha gente piensa que soy mala o antipática o que estoy enojada sólo por la cara que tengo.

Anteayer adopté una actitud distinta: en vez de ignorarla, intenté acercarme y entablar algún tipo de contacto o conversación, como si fuera cualquiera de mis otras compañeras que sí me caen bien. ¿Y adivinen qué? La actitud de ella también fue distinta (o yo la vi así). Me incluyó en su conversación y no me sentí ignorada. Y me sentí mejor, obviamente. Ayer me agregó a Facebook; ok, eso no quiere decir que ya somos amigas, pero todos los del coro éramos amigos entre todos menos entre nosotras dos. Nos ignorábamos mutuamente.

Ojo, a lo mejor de acá a un tiempo me doy cuenta de que en realidad la mina sí es una forra, pero por ahora voy a seguir haciendo el esfuerzo (con ella y con cualquier persona con quien me suceda algo similar) de cambiar mi mente para que este tipo de situaciones no me afecten.

domingo, 9 de junio de 2013

El psicólogo social

Había escrito un texto acerca de un supuesto psicólogo que me habían recomendado pero me enteré de que hace un par de días se murió así que mejor lo dejo ahí.

domingo, 2 de junio de 2013

Crónica de mi breve terapia

El año pasado les comenté entusiasmada que finalmente había decidido hacer terapia. El entusiasmo, lamentablemente, duró poco.
 
El disparador para ir fue mi fobia para viajar en avión. Le pregunté a una compañera de trabajo que es psicóloga si conocía a alguien para recomendarme y me dijo "andá con Fulano, es ES-PEC-TA-CU-LAR". Me lo decía no sólo como profesional sino como paciente de él, ya que ella sufría más o menos lo mismo que yo y se curó. No me quedaron dudas.
 
Cuando le conté al tipo por qué iba, lo primero que me cuestionó fue "¿pero tenés planeado algún viaje en avión?". "No, pelotudo, pero si no me curo nunca voy a poder planear nada, y si me surgen viajes sin planearlos no voy a poder ir porque no voy a tener tiempo de curarme." No con esas palabras, pero más o menos eso le dije. Tuve ganas de no ir más, pero preferí darle una oportunidad.
 
Mi segundo problema eran los ataques de ansiedad/angustia, y el tercero, mis dificultades para relacionarme con la gente, hacer y mantener amigos. Se enfocó en este tercer problema.
 
Las primeras sesiones fueron productivas, principalmente porque saqué afuera muchas cosas que no hablaba con nadie. Hice algunos ejercicios en consulta y otros en la vida real de los cuales aprendí algunos "defectos" que tengo para socializar (y que modifiqué o estoy modificando).
 
Como veía que todo se iba mucho para el lado de "cómo hablar más con la gente" (digamos que no es algo que me importe demasiado) y "para que te acepten en un grupo hay que fingir un poco" (algo con lo que no estoy de acuerdo), lo traje de vuelta a la realidad de mis ataques. Me dijo, en síntesis, que esos ataques ocurrían porque mi vida "no es plena", que tengo que cambiar los pensamientos negativos por positivos y que tengo que hacer ejercicios de relajación. Genio. Y genia yo, también, por pagarle a alguien para que me diga algo que ya sé. Ah, me recomendó que leyera el libro "Confianza total". Segunda vez que me dieron ganas de no ir más, no sin antes decirle que es un pelotudo; en cambio le dije que yo no tenía problemas de confianza y que me parecían un verso los libros de ese estilo. Me quiso convencer de lo contrario. Bajé un capítulo del libro y confirmo que es un verso.
 
Más o menos a la sesión 7 (no es que tenga buena memoria, estoy leyendo mi libretita de notas) le dije "¿Ya está? ¿Cómo sigue esto? Si ya me dijiste lo que tengo que hacer para mejorar mi vida social, ¿de qué voy a seguir hablando?" No me acuerdo con qué argumentos, pero me convenció para seguir. Por suerte en esos días pasaron un par de cosas que dieron para hablar en las siguientes dos sesiones.
 
Llegué a la sesión 10, la última del año y última antes de sus vacaciones, sin mucho qué decir.  "Bueno, qué tenés ganas de compartir?", empezó. "Nada, tenía anotadas un par de cosas, pero ahora me doy cuenta de que no tienen importancia, así que no tengo nada para decir". "Bueno, alguna otra cosa que quieras compartir?" "No, nada". Menos mal que siempre llevaba mi libreta para escribir alguna gilada o aunque sea hacer doodles, porque muchas veces se quedaba en silencio mirándome y yo sin saber qué carajo decir (y él tampoco, lo que es peor).
 
Estábamos en eso de que yo no tenía nada para "compartir", y yo esperaba que me dijera que me fuera, prefería salir a los cinco minutos de haber entrado y no esa tortura de que no pasara nada. Pero no. De la galera de la sabiduría sacó cuatro frases, denominadas por él "Pensamientos Flexibles" y que dicen maso meno sasí:
 
1) No se puede tener todo
2) Nada es para siempre/todo pasa
3) Lo bueno demanda esfuerzo
4) Quedarse en la zona de confort sólo cuando es realmente necesario (no dijo "zona de confort", pero la idea era esa)
 
Y otra vez le estaba pagando para que me dijera semejantes verduras. Y no sólo las decía, sino que además las explicaba. Me explicaba frases que se explican solas.
 
Faltaba como media hora y para rellenar me contó uno de esos cuentos de viajeros que llegan a un pueblo y etc. Seguía sobrando tiempo y me pidió que hiciera un resumen de cómo me había sentido, qué había aprendido, qué esperaba. En dos frases dije todo. Él me hizo su "devolución": estoy más flexible, más abierta, voy mejorando. Nada que yo no supiera.
 
Nos despedimos con un "nos hablamos al regreso de las vacaciones". Ninguno dijo nada pero los dos sabíamos que eso no iba a pasar.
 
¿Me sirvió para algo? En parte sí y en (mayor) parte no.
 
Problema 1 - Viajar en avión: era el asunto más urgente y lo hice, medicada, sí, pero antes ni siquiera me había animado a eso. No sé si tuvo que ver con la terapia o  no, pero bueno, digamos que mi problema más grande se solucionó. 
 
Problema 2 - Ataques de pánico: he vuelto a tener. Él me enseñó cómo controlarlos pero no me enseñó cómo hacer para que no vuelvan. Ahora ya sé que la terapia cognitiva no me puede ayudar en eso.
 
Problema 3 - Socialización: mi idea era cambiar algo interno que me permitiera sentirme cómoda con la gente que me rodea pero, o no se puede hacer, o tampoco es la terapia indicada. Todos los ejercicios y consejos que me dio eran superficiales: "hablá con todo el mundo, de cualquier cosa, aunque no tengas ganas", "si te insisten en hacer algo que no querés, decí que no pero con alguna mentira, nunca digas la verdadera razón", "si algo te molesta, no lo digas", "si estás por putear a alguien, tranquilizate y decile lo mismo pero de manera amable", "nadie tiene que saber lo que realmente pensás sobre tal o cual tema". En síntesis: iba a seguir siendo la misma rara que no aguanta a nadie y que no encaja en ningún lado, pero ahora encima tenía que fingir que no era nada de eso. ¡Doble trabajo!
 
Por ahora sigo como estoy, tal vez alguna vez juntaré fuerzas nuevamente para encarar otra terapia.
 
PD: me recomendaron otro psicólogo, pero lo googleé y... después les cuento.