lunes, 27 de septiembre de 2010

Camino al convento de clausura

Como ser social estoy cada vez peor. Me quejo de que no tengo amigos, de que nunca salgo a ningún lado, pero en los últimos días, cada vez que surgió algo busqué una excusa para no moverme de mi casa:

- Una juntada del coro, a la que no fui porque a la media hora empiezan a guitarrear zambas y chacareras mientras circula el fernet en botellas cortadas y yo quiero salir corriendo o pegarme un tiro en las orejas para no escucharlos más.

- Un asado en el campo con mis compañeros de trabajo, al que no fui porque iban todos con cónyuges e hijos y no me interesa conocerlos ni mucho menos pasar tiempo con ellos.

- El cumpleaños de una de las pocas amigas que tengo, al que no fui porque llovía mucho y había riesgo de granizo y no ir en auto implicaba a la vuelta cagarme de frío y mojarme hasta intentar conseguir un taxi, lo cual no estaba dispuesta a hacer para pasar un par de horas encerrada en un boliche.

Ahora que lo veo por escrito me doy cuenta de que parezco una vieja solterona y gataflora, pero no lo puedo evitar. Me odio. Necesito terapia (de electroshock) urgente.

Al lado mío, un poroto.

martes, 21 de septiembre de 2010

Lo peor es que sigue haciendo frío

Se ve que la gente que me rodea todavía no me conoce. Nadie parece haberse dado cuenta de que soy antipática, antisocial y que no sonrío fácilmente. Aparentemente no registran la cara de orto que pongo cuando alguien dice alguna estupidez.

Si estuvieran más atentos no me dirían "feliz día de la primavera" porque sabrían que secretamente quiero ahorcar con una guirnalda de flores a los que pretenden imponerme festejos sin sentido.

Y leyendo el post de hoy de Café me acordé de cómo "festejé" la primavera en el 2007 y de cuánto hace que no estoy enamorada y me quiero matar.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Dos extremos

A veces me creo que todavía soy una adolescente. Sigo viviendo con mis padres, estudio canto, quiero hacer teatro, escribo pavadas en un blog, gasto plata en porquerías, tengo ganas de aprender más idiomas, paso horas viendo series, juego a que soy bailarina y sigo buscando novio. A veces siento que eso no está bien, que a mi edad debería tener una casa, o una familia, o una empresa a mi cargo.

El otro día mi mamá conoció a una mina de 34 años que va a ser abuela. Yo no estoy ni cerca de ser madre y ella ya es abuela.

Y me parece que eso tampoco es normal.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Vedetonga por un día

Siempre dejo bien en claro que odio los "día de", pero con el día de la secretaria hago una excepción. Excepción puramente interesada, porque en esta fecha se reciben muchos regalos. Y hay eventos también.
En los años que tengo de secretaria fui invitada a varias de estas fiestas. En una ocasión fue karaoke, otra vez una fiesta de antifaces, otra ambientada como si fuese un casino, y el miércoles, "Bailando por un sueño".
Animador/imitador de Tinelli, escenario, bailarinas, jurado, música. Había que elegir una participante por mesa, y yo, que aprovecho cada ocasión que surge para sacar la artista que no pude ser, me "sacrifiqué" por el bien del grupo y levanté la mano.

Me dieron vestuario, maquillaje y un bailarín simpatiquísimo. Ensayamos 10 minutos y a la pista. Rock and roll, acting, trucos, fotos, votación del jurado, pelea con el jurado, abrazo y beso con mi soñador, voto secreto, ganó la que bailó reggaetón.

A las demás no nos dieron ni una flor como premio consuelo y todavía me duele todo, pero qué bien que hace jugar un poco cada tanto, no?


El jurado

¡Y feliz día a todas las secretarias que leen y escriben blogs en sus horas de trabajo!

jueves, 2 de septiembre de 2010

Mucho gusto, me llamo Sil

Llamándome como me llamo aparentemente no tendría mucha autoridad para hablar sobre el tema, pero sepan que no soy muy creativa y el que tengo es el mejor seudónimo que se me ocurrió.

Me cae mal la gente que cuando se presenta lo hace con el diminutivo de su nombre.

-Cómo te llamás?
-Silvina, vos?
-Juli
-(cara de WTF)


Presentándose así me obliga a que la llame de manera cariñosa, como si fuera una amiga. Me dan ganas de llamarla "Julia" de aquí a la eternidad, aun sabiendo que se llama Julieta, sólo para que aprenda a decir su nombre como corresponde. Los demás decidiremos en qué momento pasaremos a decirle Juli o Ju o si directamente no le dirigimos nunca más la palabra.

(En el último tiempo me pasó también con una Gaby y una Emi, a quien mi cara le dijo tanto que se apresuró a aclarar que es Emilia).