Me parece ordinario, de pésimo gusto, y en contra de todas las normas de etiqueta, ceremonial y/o protocolo, tener que pagar para ir a una fiesta de casamiento.
Los que se casan lo hacen porque quieren, entonces ¿por qué obligan a los demás que les paguemos el capricho? ¡Si no tienen plata que no hagan fiesta, y listo!
Solamente en este país (¿alguien sabe si existe esta costumbre en otro lado?) puede haber surgido la idea de cobrarte para ir a su fiesta como si fuera la entrada a un recital. Repito, nadie les obliga a gastar tanto dinero. Además, por los precios que hay que pagar, como mínimo esperaría que esté Andrea Bocelli cantando el Ave María. Pero no. Es siempre el mismo helado de crema americana, el mismo cotillón berreta y el mismo DJ cuartetero, por el dinero que usaría para ir 15 veces al teatro.
"Realmente queremos que estés con nosotros en este momento tan especial, pero lamentablemente no podemos blablabla...". Si realmente me quisieras tanto no me pedirías que te ayude a solventar los gastos de tu patética fiesta, que en definitiva es igual a tantas otras.
Como si esta miseria no fuese suficiente, y porque esta sociedad sigue involucionando, nuevas (malas) costumbres se han agregado al circo. Y cuando creí que ya lo había visto todo (que al abrir el sobre caiga la tarjeta de Falabella , o peor, que en la misma tarjeta ya venga impreso el COMPRAME REGALO ACÁ, o que te inviten dos días antes porque otros invitados se fueron dando de baja y vos que estabas en los últimos lugares has ido escalando posiciones hasta poder cubrir la vacante, y que encima te avisen por mail y te digan "te debo la tarjeta porque no tenemos más"), ¡algunos hasta te hacen el favor de que puedas pagar la "invitación" en cuotas!
Desde que en 2001, la primera de mis compañeras de colegio se casó (la tarjeta costaba $20 y aún así no fui!) he podido elegantemente eludir este tipo de compromisos. Así que ya saben, si quieren que vaya, no me pidan que pague.
