miércoles, 25 de agosto de 2010

Otro mundo

Este fin de semana descubrí una más de todas las satisfacciones que me brinda el canto: llevar nuestra música a distintos lugares, por ejemplo un pequeñísimo y hermoso pueblito de poco más de 100 habitantes al sur de Córdoba.

Estar ahí era estar dentro de una foto del pasado. Mucho silencio, mucha paz. En el medio del boulevard principal dejamos a una nena de un año jugando tranquilamente con las piedritas, apenas interrumpida por algunos perros. Típicas calles de tierra, un antiguo almacén, las casas adorablemente pintadas de colores pastel, la plaza con una bella calesita tracción a sangre y una impresionante iglesia de estilo gótico, cuya acústica fue la ideal para las obras religiosas que cantamos con el coro.

En el público conté 23 personas, pero el ambiente era tan especial que hizo de ése uno de nuestros mejores conciertos. Al finalizar, una de las mujeres presentes nos agradeció con mucho fervor, contando que el pueblo está relegado y olvidado, y que nuestra visita era todo un acontecimiento y un enorme aporte para la cultura. Todos lloramos un poquito.

Un matrimonio nos abrió las puertas de su casa y nos contó la historia del pueblo, y al regresar llevamos en el minibus a dos señoras. "Acá nos bajamos, vivimos cerca", pero era el medio del campo. Ellas siguieron caminando hasta la casa, que se veía bastante lejos, como si estuvieran en plena ciudad, maquilladas, bien vestidas. Una salida de domingo como la de cualquiera de nosotros.

Volviendo a Córdoba, me acordaba de las tres nenas que estaban sentadas en la primera fila, una de las cuales nos escuchaba con una gran sonrisa de felicidad. Si logramos despertar en ella el amor por la música, nuestra misión está más que cumplida.


7 comentarios:

Sil dijo...

La foto fue tomada por mí y el pueblo se llama Punta del Agua.

E. dijo...

¿Existen todavía pueblitos de cien habitantes, olvidados?... ¡Qué hago yo aún en la ciudad! Es cierto que, por lejos que nos vayamos, uno es siempre el mismo y lleva siempre consigo su pasado, pero quizás las cosas podrían ser tan diferentes en otras circunstancias más... exigentes y benignas.

Llevar cultura y belleza a quienes sepan agradecerlas es el mejor y más noble tipo de solidaridad u obsequio posible, porque los alimentos del cuerpo nunca sacian por demasiado tiempo, mas los alimentos del alma pueden durar para toda la vida.

Unknown dijo...

Que linda sensación me imagino el publico.
Me imagino las personas mas gauchitas del planeta.
Es bueno que lo compartas

Anónimo dijo...

Que lindo lo que contás.
Parece algo fuera del tiemppo, un pueblo de 100 personas... casi casi como que imposible de imaginar, inmersos acá en una megaciudad.
Que bueno que se tomen ese tiempo de ir y llevar su música, ojalá despierten vocaciones, aunque ya el hecho dar eso de ustedes ya es un montón!
Gratifica, no?

un beso

NaRa dijo...

Tus palabrasconectaron con mi memoria. Me llevaste al pueblo de mi abuela... diminuto que casi no existe en la mapa y donde todo transcurre con las misma "normalidad" que en las grandes ciudades.

Que buena experiencia!

Besos

Sil dijo...

No suelo escribir sobre estas cosas porque generalmente no suelen conmoverme, pero esta vez fue diferente. Una hermosa experiencia.

Un Poco Rara dijo...

Lindo viaje, lindos momentos, lindo que haya gente que atesore estas cosas :)