miércoles, 3 de enero de 2018

Adiós

Bueno, señores, esto no da para más. ¡El año pasado no escribí ni una sola vez! Y eso que tuve muchas cosas para contar, pero cero ganas de sentarme a escribir, así que un poco antes de cumplir los diez años, voy a cerrar este espacio. Cuando quiera escribir de cero empezaré de nuevo en otro lugar.

El mundo de los blogs ya no es lo que era así que a la mayoría de los que conocí por acá ya los sigo por otro lados. Si quieren seguirme a mí pueden hacerlo por Twitter (donde generalmente me quejo de cosas y descargo mi ira), en Instagram (donde voy poniendo fotitos de detalles cotidianos) o en Flickr (la menos cool de todas, donde pongo fotos un poco más elaboradas). No soy de esos que publican en todas las redes lo mismo.

Gracias a los que me leyeron, y más a los que comentaron. Ustedes no lo saben, pero aprendí mucho de sus consejos y sugerencias.

Feliz año :)

viernes, 7 de octubre de 2016

Cosas que pasan cuando una va a ser tía

- Cuando me enteré de la noticia tuve que tomarme un tranquilizante y aun así esa noche no dormí.
- Entiendo a los molestos que hablan todo el tiempo de los sobrinos y muestran sus fotos a todo el mundo sin que nadie se lo haya pedido. Espero no convertirme en una de ellos.
- Lloro todo el tiempo por cualquier cosa.
- Quiero comprarle todo (sobre todo instrumentos musicales tamaño mini).
- No doy más de la ansiedad (no es novedad, pero ahora se potenció).





En una de esas mi sobrina viene con un poco de inspiración bajo el brazo y puedo escribir más de dos oraciones seguidas.



jueves, 30 de junio de 2016

Vuelta

Después de mucho tiempo de escribir una vez cada muerte de obispo, finalmente había tomado la decisión de cerrar el blog. Tengo textos en borrador desde hace más de un año y nunca junto las ganas suficientes para publicarlos, y las nuevas ideas son breves (las publico en Twitter) o no requieren anonimato (las publico en Facebook), así que no tenía sentido dejar este lugar juntando pelusa.

La semana pasada, justo cuando pensaba mentalmente cómo despedirme (faahh!), recibí un premio en el blog de La Ahorrativa. No sólo me sorprendió que se sigan entregando premios a los blogs en el 2016, sino también el hecho de que me digan que les gusta lo que escribo (o escribía).

Ahora hay una especie de "revival" de los blogs, pero parece que los únicos temas de los que se puede hablar ahora son el maquillaje, la moda o la decoración. Tengo que hacer frente a tanta gilada y volver a contar anécdotas de perdedora o quejarme de todo lo que me molesta.

Por si se habían olvidado, esto de los premios tiene ciertas reglas que cumplir:

1. Agradecer a la persona de quien se recibe la nominación y seguir su blog.

Ya le agradecí en su blog, pero va de nuevo: ¡gracias La Ahorrativa! Obviamente ya la sigo, pero ustedes(*) seguro que todavía no. Vayan, tira unos datos buenísimos.

2. Nominar 5 blogs amigos.

Mis blogs amigos ya están "muertos", así que aprovecho, si es que están leyendo, para reclamarles a Andre, Marga, Ann, Ale y Aya que vuelvan a escribir o que escriban más seguido.

3. Realizar preguntas a tus nominados, pero responderlas primero

Me voy a saltear este paso porque no me parecieron interesantes las preguntas.


Espero que esto no quede acá y que no pasen de nuevo seis meses hasta volver a escribir.


(*) "Ustedes", la pobre habla como si hubiera más de una persona leyendo.

jueves, 31 de diciembre de 2015

El año de la cabra

No sé qué quiere decir, pero soy cabra en el horóscopo chino, y éste fue el año de la cabra. No sé si se suponía que debía ser bueno, pero fue movido. Hace unos días, hablando con otra "cabra", coincidimos en que fue un año de altibajos. En mi caso fueron más los altos, por suerte (aunque ahora estoy terminando un poco abajo).

Esta vez no voy a hacer balances, ni promesas para el año que viene. Sólo quiero agradecerles por leerme (una de las buenas es que este año escribí el doble de posts que el año pasado, yay!) y desearles un feliz 2016.

¡Hasta el año que viene!


lunes, 23 de noviembre de 2015

Mi experiencia como maestra de sexto grado

De chica quería ser maestra, entre otras cosas. Me encantaba inventar listas de nombres, y jugar a que ponía presentes y ausentes, buenos, muy buenos y excelentes. Cuando podía, agarraba a mi hermana de alumna. A medida que fue pasando el tiempo me di cuenta de que no tenía paciencia para enseñar; los demás no entendían las cosas de la manera en que las entendía yo y mis razonamientos no eran de lo más pedagógicos.Ya más grande y cerca del momento de decidir mi futuro, ni loca se me habría ocurrido dedicarme a algo que involucrara hablar en público. Sin embargo, la idea quedó ahí, latente.

Desde hace unos años, la empresa en la que trabajo se une con una fundación educativa y busca voluntarios para dictar distintos tipos de programas (medio ambiente, la ciudad, jóvenes emprendedores, etc). Eso encendió la chispita de hacer trabajo voluntario y reflotó mi curiosidad acerca de dar clases, pero los horarios, los programas y los tipos de escuela no me terminaban de convencer.

Este año, surgió un programa llamado "Las ventajas de permanecer en la escuela". Fanática como soy de la educación, y entusiasmada con la posibilidad de trabajar con diamantes en bruto (no pun intended), me anoté. Era todo un desafío superar mi timidez y los nervios de hablar en público, así que por ese lado también era una buena oportunidad. La capacitación que nos dieron fue muy buena, y luego fui a conocer la escuela, los maestros y la directora, y salí de ahí con una lista de personas reales: Tiziana, Elías, Azul, Alex (nombres que no existían cuando yo inventaba nombres de alumnos para jugar).

Según me habían advertido, los chicos suelen ser muy tímidos y no participan, pero el grado que me tocó fue todo lo opuesto: cero miedo, cero vergüenza, pero también cero ganas de estudiar y cero respeto por las autoridades. Era imposible hacerlos callar, y tenía que repetir los conceptos y las consignas veinte veces. Lo llamativo es que son chicos muy despiertos, que con disciplina y más ganas de estudiar podrían ser mucho mejores. Tienen algunos conceptos muy claros, temas que nosotros a esa edad no hablábamos, pero por otro lado muchos no saben leer (pero en serio, al punto de inventar palabras) y la mayoría no puede escribir el nombre de su colegio sin errores de ortografía. 

Fue divertido preparar las clases, adaptar el material que me habían dado para que les resultara más atractivo, pero al llegar al aula sentía que tanto trabajo era al vicio. La penúltima clase estuve a punto de renunciar, pero no iba a dejarme vencer por mocosos de once años. Continué como pude, y al final del curso terminé sacándome fotos con todos, y me di cuenta de que le había tomado cariño hasta a los maleducados. 

No sé si lo que hice sirvió para algo. Ojalá me encuentre con alguno de ellos de acá a unos años y me entere.

Aprovecho la ocasión para felicitar a todos los maestros y maestras, ya que me di cuenta de lo difícil que es llevar adelante un grado, y más en una escuela que se cae a pedazos y con alumnos que acarrean todo tipo de problemas.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Derecho a voto

Hace unas semanas, con motivo de las elecciones presidenciales, una bloggera/twittera que vive en el exterior publicó una foto en la que se mostraba yendo a votar a la embajada argentina. En ese momento me molestó: ella y su marido viven hace diez años en un país hermoso, y según puedo deducir de lo que escriben, no creo que vuelvan a la Argentina en un futuro próximo. Mi opinión es que personas en esa situación deberían abstenerse de votar, ya que no se han bancado lo que nos bancamos nosotros, no viven el día a día en este país, y gane quien gane ellos van a seguir viviendo en el primer mundo. En ese momento no comenté nada porque imaginé que me iba a responder: "es mi derecho", "sí estoy informada de lo que pasa en mi país", "aunque yo esté lejos tengo a mi familia y amigos", y más blabla que iba a generar una discusión difícil de seguir en Twitter. Simplemente lo comenté con mi familia en el almuerzo y coincidieron conmigo.

Esta mañana, supongo que debido a comentarios que le deben haber hecho, ella escribió un tuit reafirmando su derecho a votar ya que se informa mucho acerca de lo que pasa en el país. Esta vez no me aguanté y le contesté:

- Si hace más de dos gobiernos que no viven en el país ni piensan volver durante el próximo, no me parece bien que voten. (Bueno, capaz el "no me parece bien" no era la mejor manera de decirlo, pero en el apuro no se me ocurrió otra cosa).

No me contestó ella, sino el marido, y se dio más o menos la siguiente conversación:

Él: -Uno sigue siendo argentino esté donde esté
Yo: -Pero los que vivimos la realidad somos los que estamos acá, por eso el que está afuera no debería opinar
Él: -La realidad es una sola y si querés la ves desde cualquier lado
Yo: -Una cosa es verla, saber, informarte, y otra es vivirla
Él: -Para mí no, soy muy conciente de la realidad argentina. Y estás proponiendo voto calificado.
Yo: -Lo que digo es, para qué votás si no te va a afectar quién gane o pierda. Vas a seguir allá. A menos que votes a alguien que te garantice que vas a poder volver y vivir de tu trabajo
Él: -¿Cómo que no me afecta? ¿Creés que no tengo familia, amigos, que nunca más voy a ir?
Yo: -Dejá que tus amigos y familia decidan a quién votar
Él: -No decido por ellos, decido junto a ellos. Y no me fui porque me fuera mal. Si quiero vuelvo mañana mismo y puedo trabajar.
Yo: -Con más razón entonces. Te fuiste y seguís allá porque te gusta más, y opinás quién tiene que gobernar acá. Si yo viviera en otro lado no me daría la cara para opinar.
Él: -Estarías en tu derecho, si vivís en el exterior no es obligatorio votar, pero dejame ejercer mi derecho sin cuestionarme.
Yo: -Es mi opinión. Creo que, tal vez, si estuvieras en mi lugar, verías las cosas de otra manera.
Él: -Ok, quizás sí, lo más probable es que no.

Y luego la conversación terminó amistosamente, De cualquier manera, no me va a hacer cambiar de opinión. No es que yo busque el voto calificado, no creo que el que viva afuera no sepa y por eso no deba votar, de hecho esta persona seguramente está más informada que yo acerca de los antecedentes y propuestas de los candidatos, pero no me parece justo que alguien desde la comodidad y la belleza de un país perfecto decida sobre el futuro de un lugar en el que no le conviene estar. 







miércoles, 4 de noviembre de 2015

Ushuaia

Ushuaia es uno de esos lugares que siempre quise conocer pero que parecía imposible; sin embargo, gracias al coro, tuve la oportunidad de pasar cinco días maravillosos allí.

Tenía miedo del aterrizaje: imaginaba vientos cruzados y que el avión se caía al mar (sin contar el miedo normal de viajar en avión que tengo siempre), pero fueron viajes muy placenteros, tanto a la ida como a la vuelta. Le mando un besito al Laboratorio Roche gracias a cuya ayuda pude contemplar desde arriba en paz las nubes más lindas que he visto en mi vida.

Esperaba nieve y mucho frío, dos cosas que en Córdoba no se viven muy seguido que digamos. Estuve en la nieve pero no nevó, así que hasta que no me caigan copitos voy a seguir diciendo que no conozco la nieve, y el frío fue soportable, nada que no hubiera sentido otra vez.

Compartí habitación con a) alguien prácticamente desconocido b) del sexo opuesto. No, no se pongan contentos, no es que finalmente se me dio, el muchacho en cuestión es gay. A veces tomo esas decisiones impulsivas que no son propias de mí: me cuesta compartir, me cuesta mostrar mi intimidad, mucho más me cuesta relacionarme con desconocidos, pero cuando vi que este chico era el único cuyas fechas de llegada y salida coincidían con las mías, ni dudé preguntarle si quería estar conmigo. Podía pasar que nos lleváramos para el orto o que todo fuera diversión y amistad. No pasó ninguna de las dos cosas porque mi roomie resultó ser demasiado parecido a mí, lo cual generó mucho silencio y momentos de estar cada uno en lo suyo, pero cuando hablamos pude conocer a alguien bastante agradable.

Y la música. Cuando a uno le gusta cantar, canta en todas partes: en el avión, en un restaurant, en la calle, en un parque nacional. Aparentemente lo hicimos bien porque la gente que nos escuchó en esos lugares raros después nos fue a ver a los conciertos. Conciertos mágicos, en el primero de los cuales la solista se largó a llorar en medio del canto, cargada de emociones por su primer viaje en avión, por conocer la nieve, por la historia misma que estaba cantando, y nos hizo llorar a todos los demás; y un segundo concierto, con música para niños, en el que nos permitimos improvisar, actuar y disfrutar cuando vemos que los niños disfrutan.

Empecé a ponerme nerviosa en diciembre cuando se empezó a hablar del viaje, más en mayo cuando compré el pasaje, entre julio y septiembre me volví loca buscando y reservando hotel, y dos semanas antes dejé de comer: molestias que al llegar al fin del mundo rápidamente quedaron olvidadas.