Hace unas semanas, con motivo de las elecciones presidenciales, una bloggera/twittera que vive en el exterior publicó una foto en la que se mostraba yendo a votar a la embajada argentina. En ese momento me molestó: ella y su marido viven hace diez años en un país hermoso, y según puedo deducir de lo que escriben, no creo que vuelvan a la Argentina en un futuro próximo. Mi opinión es que personas en esa situación deberían abstenerse de votar, ya que no se han bancado lo que nos bancamos nosotros, no viven el día a día en este país, y gane quien gane ellos van a seguir viviendo en el primer mundo. En ese momento no comenté nada porque imaginé que me iba a responder: "es mi derecho", "sí estoy informada de lo que pasa en mi país", "aunque yo esté lejos tengo a mi familia y amigos", y más blabla que iba a generar una discusión difícil de seguir en Twitter. Simplemente lo comenté con mi familia en el almuerzo y coincidieron conmigo.
Esta mañana, supongo que debido a comentarios que le deben haber hecho, ella escribió un tuit reafirmando su derecho a votar ya que se informa mucho acerca de lo que pasa en el país. Esta vez no me aguanté y le contesté:
- Si hace más de dos gobiernos que no viven en el país ni piensan volver durante el próximo, no me parece bien que voten. (Bueno, capaz el "no me parece bien" no era la mejor manera de decirlo, pero en el apuro no se me ocurrió otra cosa).
No me contestó ella, sino el marido, y se dio más o menos la siguiente conversación:
Él: -Uno sigue siendo argentino esté donde esté
Yo: -Pero los que vivimos la realidad somos los que estamos acá, por eso el que está afuera no debería opinar
Él: -La realidad es una sola y si querés la ves desde cualquier lado
Yo: -Una cosa es verla, saber, informarte, y otra es vivirla
Él: -Para mí no, soy muy conciente de la realidad argentina. Y estás proponiendo voto calificado.
Yo: -Lo que digo es, para qué votás si no te va a afectar quién gane o pierda. Vas a seguir allá. A menos que votes a alguien que te garantice que vas a poder volver y vivir de tu trabajo
Él: -¿Cómo que no me afecta? ¿Creés que no tengo familia, amigos, que nunca más voy a ir?
Yo: -Dejá que tus amigos y familia decidan a quién votar
Él: -No decido por ellos, decido junto a ellos. Y no me fui porque me fuera mal. Si quiero vuelvo mañana mismo y puedo trabajar.
Yo: -Con más razón entonces. Te fuiste y seguís allá porque te gusta más, y opinás quién tiene que gobernar acá. Si yo viviera en otro lado no me daría la cara para opinar.
Él: -Estarías en tu derecho, si vivís en el exterior no es obligatorio votar, pero dejame ejercer mi derecho sin cuestionarme.
Yo: -Es mi opinión. Creo que, tal vez, si estuvieras en mi lugar, verías las cosas de otra manera.
Él: -Ok, quizás sí, lo más probable es que no.
Y luego la conversación terminó amistosamente, De cualquier manera, no me va a hacer cambiar de opinión. No es que yo busque el voto calificado, no creo que el que viva afuera no sepa y por eso no deba votar, de hecho esta persona seguramente está más informada que yo acerca de los antecedentes y propuestas de los candidatos, pero no me parece justo que alguien desde la comodidad y la belleza de un país perfecto decida sobre el futuro de un lugar en el que no le conviene estar.