No sé si alguna vez lo mencioné acá pero soy fanática de todo lo italiano. Durante la etapa más fuerte de este "fanatismo" veía la RAI todo el tiempo, compraba el Corriere della Sera, entraba a sitios en italiano, escuchaba su música. Me conocía todos los personajes de la farándula italiana y cada sábado y domingo veía los partidos de la serie A. Mi hermana me acompañaba en ese amor hacia Italia (incluso se recibió de traductora) y hablábamos de esos personajes lejanos como si fueran amigos o miembros de la familia. Lo bueno de toda esa locura italiana es que aprendí el idioma sin hacer ningún esfuerzo por estudiarlo.
Por eso hace unos meses, cuando me enteré de que venía a Córdoba, le pregunté a mi hermana "vamos a ver AL Eros, no?" (No sé ustedes, yo le agrego el artículo a todos los nombres propios). El entusiasmo inicial se desvaneció un poco cuando vimos los precios de las entradas. Tampoco es que somos taaaan fanáticas de Eros. Lo queremos mucho, pero sus temas de los últimos diez años son bastante malos. Decidí esperar hasta último momento porque a pesar de todo no me lo quería perder. A lo mejor ocurría un milagro (alguien me regalaba una entrada).
El miércoles pasado, a 6 días del show, me llegó un mail informándome que la empresa en la que trabajo (auspiciante del espectáculo) me regalaba dos entradas VIP con recepción incluida. ¡Los milagros existen! O mejor dicho, las entradas estaban tan caras que tuvieron que regalarlas. La mayoría de los asientos de las primeras filas estaban ocupados por mis compañeros de trabajo y sus acompañantes.
Tenía la ilusión de poder sacarme una foto con Eros (en otras oportunidades, las esposas de mis jefes se sacaron fotos con el Chaqueño Palavecino y con Jorge Rojas) así que me puse mis mejores ropas. Ya desde la mañana
Ayalén me había informado que él estaba en Córdoba y me dieron ganas de ser joven y desempleada para hacer guardia en el hotel como en las viejas épocas. En fin, no lo conocí personalmente pero hubo comida rica y regalitos (y la entrada, claro!).
El show comenzó puntualmente, y por puntualmente digo a las 21.30 hs exactamente, tal como estaba anunciado. Había llevado la cámara de fotos escondida en una cartera grande porque no sabía si estaba permitido, y por suerte así fue, así que aproveché esos primeros temas medio pedorros para mirar más que para escuchar. Visualmente todo era muy lindo. Cuando llegó uno de los temas que me gustan, versión acústica, Eros hizo cantar al público. Ahí me di cuenta de los muertos que me rodeaban porque quedé cantando sola (las verdaderas fanáticas estaban bastante más lejos).
Terminé la noche contenta, después de haber estado cerca de uno de mis "amigos" italianos, y agradecida por esas sorpresas que nos alegran un poquito la vida.
Cuando era más joven no me gustaba. Ahora está más bueno que una maratón de Downton Abbey.